Hace una semana atrás, volví al cementerio a despedir a un buen amigo. Juan fue su nombre, un buen hombre, buen amigo, buen papá y buen abuelo.
Supe de él cuando hice mi práctica en El Teniente, en los 80. Hombre de muchas aventuras y de una gran pasión por vivir. Me lo encontré en Santiago, en los 90 y ahí lo conocí de verdad.
Me ayudó mucho en mi desarrollo personal, especialmente en mis habilidades sociales, de las que carecía y me impedían avanzar en mi vida. En esa época vi sus luces y sombras, las carencias de su niñez, el amor por el fútbol y por sus hijos.
Hacia el final de su vida, nos distanciamos. Sentí mucha tristeza por lo que pasó, y espero que no haya partido con algún rencor hacia mi. Yo no lo tengo y deseo que sea donde esté, esté disfrutando de algún partido de fútbol con sus amigos que ya partieron.