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19 abr 2010

Redes para Ciencia

Este sitio de difusión de Ciencia está muy bueno, es de Eduardo Punset, muy buen escritor español de libros como "Por qué somos cómo somos".

18 oct 2009

Creacionismo, Diseño Inteligente, evolución, Neodarwinismo

Creacionismo al conjunto de creencias, inspirada en doctrinas religiosas, según la cual la Tierra y cada ser vivo que existe actualmente proviene de un acto de creación por uno o varios seres divinos, cuyo acto de creación fue llevado a cabo de acuerdo con un propósito divino.

Por extensión a esa definición, el adjetivo «creacionista» se ha aplicado a cualquier opinión o doctrina filosófica o religiosa que defienda una explicación del origen del mundo basada en uno o más actos de creación por un Dios personal, como lo hacen, por ejemplo, las religiones del Libro. Por ello, igualmente se denomina creacionismo a los movimientos pseudo-científicos y religiosos que militan en contra del hecho evolutivo.

Diseño inteligente es el nombre utilizado para describir a la corriente que sostiene que el origen o evolución del Universo, la vida y el hombre, son el resultado de acciones racionales emprendidas de forma deliberada por uno o más agentes inteligentes.

Evolución es cualquier proceso de cambio en el tiempo. En el contexto de las ciencias de la vida, la evolución es un cambio en el perfil genético de una población de individuos, que puede llevar a la aparición de nuevas especies, a la adaptación a distintos ambientes o a la aparición de novedades evolutivas.

A menudo existe cierta confusión entre hecho evolutivo y teoría de la evolución. Se denomina hecho evolutivo al hecho científico de que los seres vivos están emparentados entre sí y han ido transformándose a lo largo del tiempo. La teoría de la evolución es el modelo científico que describe la transformación y diversificación evolutivas y explica sus causas.

Neodarwinismo en general significa la integración de la teoría de la evolución de las especies por selección natural de Charles Darwin, la teoría genética de Gregor Mendel como base de la herencia biológica, la mutación genética aleatoria como fuente de variación y la genética de poblaciones matemática.



21 ago 2009

J. W. von Goethe, pionero de la psicología del color.

De Ecos Cavernarios tomo esta interesante descripción y análisis de los colores y su implicancia en el comportamiento de las personas.

No me enorgullezco demasiado de mis logros como poeta. En mi época han vivido escritores creativos excelentes, los ha habido aun más brillantes antes de mí, y siempre los habrá después de mi tiempo. Pero de ser yo el único en mi siglo que conoce la verdad acerca de la teoría de los colores... ¡Eso es de lo que estoy orgulloso y lo que me da un sentimiento de superioridad sobre muchos [sabios]!

J. W. Von Goethe. Enthüllung der Theorie Newtons (Explicación de la teoría de Newton), segunda parte de Zur Farbenlehre (Teoría de los colores), 1810.



Johann Wolfgang von Goethe fue uno de los intelectuales más influyentes y de mayor prestigio de su época. Su impronta en la cultura alemana se percibe todavía en nuestros días.

Durante el último cuarto del siglo XVIII y el primer cuarto del siglo XIX, Goethe se entregó con una energía aparentemente inagotable a la búsqueda de la belleza y el conocimiento, dejando una profunda huella en la cultura germánica y europea. Goethe encarna el ideal romántico de intelectual anticipado ya por los maestros renacentistas, tan preocupado por la práctica de las artes como por su análisis y estudio, e igualmente apasionado por las letras y las ciencias.

Conocido sobre todo por su obra literaria, Goethe destacó en 1774 con su novela Las desventuras del joven Werther, y, sobre todo, con la primera parte de Fausto, su obra más famosa, terminada en 1806. Sin embargo, dedicó su tiempo a numerosas áreas y disciplinas, tanto artísticas como científicas y filosóficas, destacando en todas ellas. De sus variadísimos intereses, interesa aquí resaltar dos muy concretos, uno científico y otro filosófico, que se complementaron entre sí. Me refiero a su interés por la óptica y por la estética.

Fruto de este interés científico y estético por la luz y el color fue su libro Zur Farbenlehre (Teoría de los colores), escrito en 1810. Opuesto en muchos aspectos a la óptica newtoniana, que criticó duramente (causando no poca polémica en su tiempo), ha quedado parcialmente desacreditado por la física moderna, pero la importancia de sus muchos hallazgos ópticos no se puede minusvalorar, y algunas de sus explicaciones siguen vigentes hoy en día. De todos modos, no entraremos aquí a reseñar sus hallazgos científicos ni a explicar sus discrepancias, a menudo mal encaminadas, con Newton, sino que nos centraremos en sus consideraciones sobre la percepción, la psicología y la estética del color.

En Teoría de los colores, Goethe trata cuestiones difíciles de resolver, como la significación simbólica de los colores, con una prosa tan persuasiva que difícilmente puede uno dejar de concordar con sus opiniones. Mi profesor de estética en la UNED, Simón Marchán Fiz, insistía mucho sobre la falta o déficit de “valor de verdad” de las teorías estéticas, y concuerdo con sus enseñanzas, pero las conjeturas de Goethe son tan convincentes que uno casi se siente inclinado a aceptarlas como ciertas.

Goethe fue el precursor de la psicología del color. En su tratado se opuso a la visión puramente física y matemática de Newton, proponiendo que el color depende también, en realidad, de nuestra percepción, en la que se halla involucrado el cerebro, y de los mecanismos del sentido de la vista. Aquí hay que reconocer que el genio alemán se columpió bastante, ya que Newton sí que había prestado atención a estas cuestiones, a diferencia de los físicos contemporáneos del propio Goethe, contra los que podría haber arremetido con más razón. Pero, aún así, sus comentarios al respecto revisten un gran interés.

De acuerdo con sus teorías, lo que vemos de un objeto no depende sólo de la materia que lo constituye, ni tan sólo de la luz tal como la entendió Newton, sino que depende de una tercera variable que es nuestra percepción del objeto. El problema a tener en cuenta aquí es la subjetividad inherente a la percepción individual. Goethe intentó deducir las leyes que rigen la armonía de los colores, atendiendo a sus efectos fisiológicos —es decir, al modo en que los colores nos afectan en tanto que seres vivos, organismos que responden a estímulos—, haciendo hincapié, en general, en el aspecto subjetivo de la visión. Este concepto ha tenido una gran trascendencia y sigue siendo válido hoy en día.

Artistas, filósofos, psicólogos y científicos han estudiado los efectos del color durante siglos, desarrollando multitud de teorías sobre el uso del color. El número y variedad de tales teorías demuestra que no pueden aplicarse reglas universales: la percepción del color depende de la experiencia individual. Esto entronca con mi referencia anterior a Simón Marchán Fiz, sobre la falta de verdad en la estética. Pero, como digo, Goethe es muy convincente, y para muchos sigue siendo una referencia. Incluso sus detractores actuales le deben mucho. Por ejemplo, Eva Heller arremete en su famoso libro Psicología del color: Cómo actúan los colores sobre los sentimientos y la razón (editado por Gustavo Gili) contra las “obsoletas” asociaciones establecidas por Goethe, pero al mismo tiempo su obra es deudora de las ideas del alemán, en tanto que reconoce la importancia simbólica de los colores, insiste en la relación no casual entre determinados colores y sentimientos, en su universalidad, etc.

Siendo así que la percepción del color depende de cada cual, y teniendo cada uno sus propias preferencias y gustos en materia de colores, es difícil negar que todos percibimos, en mayor o menor medida, reacciones físicas ante ciertos colores, sensaciones como la de frío en una habitación pintada de azul claro o la de calor en otra pintada de naranja, amarillo y rojo.

Los colores cálidos estimulan la mente, alegran y hasta excitan, mientras que los colores fríos aquietan el ánimo; los negros y grises pueden resultar deprimentes, mientras que el blanco refuerza los sentimientos positivos.

Aunque estas sensaciones son puramente subjetivas y dependen de la percepción de cada cual, las investigaciones de Goethe y de seguidores suyos como Wittgenstein, por ejemplo, vinieron a demostrar que son comunes a la mayoría de los individuos, y están determinadas por reacciones inconscientes de estos, así como por asociaciones inconscientes de estos colores con determinados fenómenos físicos.

Goethe creó un triángulo con tres colores primarios: rojo, amarillo y azul (no se había afinado aún la síntesis aditiva hasta el punto de identificar con exactitud los verdaderos primarios: magenta, amarillo y cian). Utilizó este triángulo para trazar un diagrama de la psique humana, relacionando cada color con una emoción determinada.


En el triángulo original de Goethe, los tres primarios están situados en los vértices del mismo; las otras subdivisiones están agrupadas en triángulos secundarios y terciarios, donde los triángulos secundarios representan la mezcla de los dos colores primarios que están a su lado, y los colores del triángulo terciario representan la mezcla del color primario adyacente a él y el triángulo secundario que está directamente enfrentado a él.

Para Goethe era de la mayor importancia comprender las reacciones humanas al color, y su investigación marca el inicio de la psicología moderna del color. Goethe creía que su triángulo era un diagrama de la mente humana y conectó cada color con ciertas emociones. Por ejemplo, asoció el azul con el entendimiento y la razón y creía que evocaba un estado de ánimo tranquilo, mientras que el rojo evocaba un estado de ánimo festivo y sugería la imaginación. Goethe escogió los primarios, rojo, amarillo y azul, basándose en su contenido emocional, así como también en los fundamentos físicos del color, y agrupó las distintas subdivisiones del triángulo por “elementos” emocionales y también por niveles de mezclado. Este aspecto emocional de la disposición del triángulo refleja la preocupación de Goethe por que el contenido emocional de cada color fuese tenido en cuenta por los artistas.






AZUL: Es el color de la inteligencia, la sabiduría, la reflexión y la paciencia. Induce al recogimiento, proporciona una sensación de espacio abierto, es el color del cielo y el mar en calma, y así evoca también paz y quietud. Actúa como calmante, sosegando los ánimos e invitando al pensamiento.

ROJO: Está relacionado con el fuego y evoca sensaciones de calor y excitación. Es el color de la sangre y el fuego, el color de Marte, símbolo de la violencia, de la pasión sensual; sugiere acción, impulso; es el color del movimiento y la vitalidad. Aumenta la tensión muscular, activa un cierto estado de alerta en el cerebro.

AMARILLO: Es el color del Sol. Para Goethe posee una condición alegre, risueña, es el color del optimismo. El amarillo tiene las cualidades del sol, es el color del poder y la arrogancia, pero también de la alegría, el buen humor y la buena voluntad; es un color estimulante.

VIOLETA: El violeta es el color de la madurez y la experiencia. En un matiz claro expresa profundidad, misticismo, misterio, melancolía, es el color de la intuición y la magia; en su tonalidad púrpura es símbolo de realeza, suntuosidad y dignidad.

NARANJA: Mezcla de amarillo y rojo, tiene las cualidades de ambos, aunque en menor grado. Para Goethe es el color de la energía, un color para temperamentos primarios, que gusta a niños, bárbaros y salvajes porque refuerza sus tendencias naturales al entusiasmo, al ardor, a la euforia...

VERDE: El verde significa la llegada de la primavera, simboliza la juventud y la esperanza. Por ser el color de la naturaleza, de los prados húmedos, sugiere aire libre y frescor; este color es reconfortante, libera al espíritu y equilibra las sensaciones.

En estos seis colores se comprenden toda la enorme variedad de matices que pueden ser obtenidos por las mezclas entre ellos y también por la de cada uno de ellos con el blanco o el negro; cada una de estas variaciones participa del carácter de los colores de los cuales proceden, aunque con predominio de aquel que intervenga en mayor proporción.

1 ago 2009

Seis piezas fáciles


De Richard Feynman, un libro de introducción a la física, muy bien escrito. No es necesario tener conocimientos avanzados para entenderlo.

El autor enseñó en Caltech, ganó el premio nóbel de física y era reconocido por su sentido del humor, su afición a tocar el Bongo, y por ir a ver strippers. Sus clases fueron famosas, y lo que más llama la atención es el esfuerzo, la dedicación y la importacia que les asignaba. Encuentras su biografía aquí.

Lo descargas de acá

20 jul 2009

Materia Oscura

La materia (incluyendo el plasma) que conocemos representa menos del 25% de la materia del Universo. El resto se ha denominado materia oscura, ya que no interactúa de ninguna forma con la materia observable. ¿Qué significa esto? Que no puede ver ni medir. Sólo se observa de forma indirecta por los efectos gravitacionales que se producen. Se ha observado que las estrellas rotan a la misma velocidad en los brazos de las galaxias, independientemente de su ubicación con respecto al centro. También las galaxias lejanas se mantienen unidas aún cuando la velocidad a la que viajan indicarían que sus componentes se separarían.

Probablemente esta materia faltante es importante para determinar si el Universo se expandirá eternamente o si en algún momento se recogerá. La evidencia muestra que aún con esta materia faltante, la velocidad de fuga se incrementa, como si las galaxias se estuviesen cayendo del universo. Este fenómeno, interesante de por si, dá para otros post.

También uno podría pensar cual de los dos tipos de materia es la rara, considerando que la que vemos es minoría. Probablemente somos la sombra de esa, y los fenómenos observables son una rareza en el Universo.

5 jul 2009

¿Resuelta la paradoja de Fermi?

Proponen que la razón por la cual no tenemos pruebas de la existencia de civilizaciones tecnológicamente avanzadas es porque su crecimiento está limitado por los recursos.

Representación gráfica del mensaje que se envió al espacio desde el radiotelescopio de Arecibo en 1974. De izquierda a derecha se representa un sistema aritmético (en gris) y unos átomos (en verde) que conforman la doble hélice del ADN (en azul) del ser humano (en rojo) que envió el mensaje desde el tercer planeta de un sistema solar (en amarillo) usando un radiotelescopio (en morado).

Representación gráfica del mensaje que se envió al espacio desde el radiotelescopio de Arecibo en 1974. De izquierda a derecha se representa un sistema aritmético (en gris) y unos átomos (en verde) que conforman la doble hélice del ADN (en azul) del ser humano (en rojo) que envió el mensaje desde el tercer planeta de un sistema solar (en amarillo) usando un radiotelescopio (en morado).

¿Estamos solos en el Universo? ¿Podemos contactar con civilizaciones extraterrestres avanzadas?
En 1950, mientras que trabajaba en Los Alamos National Laboratory, el físico Enrico Fermi tuvo una conversación intrascendente con Emil Konopinski, Edward Teller y Herbert York mientras que caminaban para almorzar. Hablaban sobre una viñeta de Alan Dunn que se hacía eco sobre la supuesta desaparición de contenedores de basura municipales provocada por supuestos extraterrestres. Esa nota de humor les dio pie a emprender un análisis más serio sobre las posibilidades que tenía el ser humano de observar un objeto material viajar tan rápido como la luz en los 10 años siguientes. Teller calculó una probabilidad de uno entre un millón, pero Fermi dijo que una sobre diez.
La conversación derivó hacia otros temas en la cantina del centro de investigación durante el almuerzo hasta que Fermi súbitamente exclamó: “¿Dónde están?”, refiriéndose a los extraterrestres. Según uno de los participantes Fermi realizó una serie de cálculos rápidos y estimaciones a partir de unos pocos datos (algo por lo que tenía buena fama). Entonces concluyó que la Tierra debía de haber sido visitada por extraterrestres hace tiempo y muchas veces después.
Obviamente no hemos visto a ningún extraterrestre ni hay constancia histórica del hecho, la paradoja es la contradicción evidente entre la predicción y los hechos. Si hay civilizaciones extraterrestres y el viaje interestelar es posible, ¿por qué diablos no hemos vistos todavía artefactos extraterrestres o recibido transmisiones de radio de ellos?
La idea ha sido posteriormente desarrollada por otros científicos, y sobre todo por Michael H. Hart en 1975. Se puede estimar el número de civilizaciones de la galaxia a través de la famosa ecuación de Drake, que divide el problema en diversos trozos que pueden ser calculados de manera más sencilla. Sabemos que la galaxia cuenta con unos 200.000 millones de estrellas, de las cuales habrá una fracción que tengan planetas y de ellos una fracción que contengan vida. Además habrá una fracción de éstos que desarrollo vida compleja y de éstos últimos algunos en los que se dio vida inteligente. La duración de civilizaciones tecnológicamente avanzadas sería el factor limitante final.
Como no sabemos estimar los últimos factores o fracciones de la ecuación de Drake su resultado se estima entre miles de civilizaciones avanzadas y cero. Pero incluso si solamente hubiera habido una única civilización avanzada en crecimiento exponencial, dada la edad de la galaxia y asumiendo que el viaje interestelar automático se hace incluso a una velocidad no relativista, habría tenido suficiente tiempo de explorar cada rincón de la galaxia. Al fin y al cabo la Vía Láctea mide unos 100.000 años luz de ancho y se podría cruzar en sólo un millón de años viajando a un décimo de la velocidad de la luz.
Una variante de esta expansión generalizada a lo largo de la galaxia se podría llevar a cabo mediante autómatas autorreproductores de Von Neumann. Estas máquinas conceptuales irían de sistema solar en sistema solar usando los recursos materiales y energéticos de cada uno de ellos para reproducirse y expandirse a otros en un comportamiento que podríamos llamar viral. En este caso habría, sin duda, algunos problemas éticos además de los técnicos.
Como no hemos visto ningún artilugio extraterrestre y no hemos recibido transmisiones suyas pese a los programas SETI en marcha desde hace años, se puede concluir que estamos solos en la galaxia. Quizás sea muy difícil que surja la inteligencia o una civilización tecnológica, o que una vez que surge se autodestruye de alguna manera (colapso ecológico, guerra nuclear…).
Ahora Jacob Haqq-Misra y Seth Baum, de Pennsylvania State University, han revisado el problema y sugieren que la clave de esta paradoja está en asumir que una civilización puede colonizar el Universo a un ritmo exponencial. Según ellos unos recursos limitados impondría límites al desarrollo de cualquier civilización y por tanto no se podría dar un crecimiento exponencial de la misma.
Ponen como ejemplo a la Tierra. Para que cualquier expansión sea sostenible, el crecimiento en el consumo de recursos no puede exceder el crecimiento en la producción de esos recursos. Como además la Tierra es finita y recibe luz solar a una tasa fija la humanidad no puede mantener indefinidamente un crecimiento exponencial.
Si decidiéramos colonizar la galaxia nuestra civilización no lo podría hacer a un ritmo exponencial y la situación sería además parecida a la de otras civilizaciones avanzadas de la Vía Láctea.
Si estos investigadores están en lo cierto, y como la expansión exponencial tampoco es posible a nivel galáctico, entonces las civilizaciones extraterrestres avanzadas no se expanden a ritmo exponencial o bien lo hicieron en el pasado y colapsaron debido a ello. Quizás haya miles de civilizaciones avanzadas que tratan de colonizar su entorno espacial cercano, pero lo harán a un ritmo tan lento que nunca entran en contacto con otras.
Podemos concluir, según la solución habitual a la paradoja de Fermi, que las civilizaciones extraterrestres no existen o desaparecen al poco de obtener tecnología al autodestruirse en una guerra nuclear, pero según este resultado simplemente lo que no hay son civilizaciones que crezcan a un ritmo exponencial. En el primer caso estaríamos solos, y en segundo virtualmente solos. El resultado final es el mismo: nunca entraremos en contacto con otros seres o la probabilidad de ello es muy baja.
Este estudio tiene otras implicaciones respecto a la actual administración de los recursos terrestres, pues nos hace reflexionar sobre los problemas que ahora tenemos de calentamiento global, contaminación generalizada y colapso ecológico. Estos problemas están causados principalmente por el descabellado crecimiento exponencial de la población y el igualmente exponencial consumo de los recursos del planeta.
La perspectiva se puede invertir y podemos pensar que quizás las demás civilizaciones nunca lleguen a conocernos porque nosotros, al poco tiempo de alcanzar tecnología, sucumbiremos a nuestras ansias desaforadas de consumo, durando de este modo muy poco en el tiempo cósmico.
Quizás las civilizaciones que sobreviven son precisamente las más discretas, capaces de administrar bien sus recursos y de prolongarse así en el tiempo. No alcanzan más sabiduría y conocimiento al disponer de más tiempo y recursos, sino que precisamente disponen de más tiempo por ser de entrada más sabios.

Fuentes y referencias:
Noticia.
Artículo original.

Artículo publicado en NeoFronteras

90 pasos

 90 pasos Son 90 pasos, los conté yo mismo la última vez que fui. Cubren casi toda la parte lateral, por la diagonal son más, pero no muchos...