Este arte de perder
No, no es difícil adquirir el arte de
perder:
hay tantas cosas empeñadas en
perderse, que su pérdida no
importa.
Pierde algo cada día, acepta el río
de llaves que se
pierden, horas
malgastadas.
No, no es difícil adquirir el arte de
perder.
Practica entonces perder más, más
rápido:
nombres, lugares, ¿para adónde
ibas?
Ninguna de estas cosas es desastre.
Perdí el reloj de mi
madre, y -fíjate-
la última
o la penúltima casa querida que
tuve.
No, no es difícil adquirir el arte de
perder.
Perdí mis dos adoradas ciudades, e
incluso
algunos sitios de los que era dueña,
dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no es un
desastre.
-Incluso si te pierdo a ti (tu voz
bromista, esos gestos
que adoro) no habré mentido. Es
obvio
que el arte de perder no cuesta ni
tanto adquirirlo
aunque por momentos parezca que
(¡escríbelo!) sí es un desastre.
Es un poema hermoso, que encontré en el libro El arte de perder. Me habla de la vulnerabilidad y su versión en inglés y otras traducciones las encuentras acá.
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