5 nov 2017

SILENCIO – Shusaku Endo




“Y Dios, Dios también se quedaba en silencio como el mar. También se obstinaba en su silencio”
– Shūsaku Endō, Silencio

Primero vi la película, hace ya cuatro meses, y reseñada acá. Ahora leí el libro.

La historia se enmarca en el Japón medieval, cuando éste cierra sus fronteras para eliminar la influencia de las potencias extranjeras y comienza con la persecusión de los católicos.

El protagonista es un joven jesuita portugués, Rodrigues, quien junto a otro misionero van en busca de Ferreira, un antiguo mentor y de quien se dice que ha apostatado, con la verguenza que eso supone a la orden.

El libro refleja el viaje espiritual que tiene Rodrigues a lo largo de su vida. Al comienzo es un joven idealista que llega a Japón con mucha energía y esperanza de ayudar a los católicos perseguidos, y de alguna manera revertir esa situación, se siente como un Moisés que puede sacar de la opresión y el sufrimiento a los sufrientes.

Sin embargo su fe se va debilitando, resquebrajando al ser testigo del sufrimiento, la tortura, la injusticia y el dolor de los humildes campesinos, frente a un Dios que solo guarda silencio:

«¿Por qué sigues tú en silencio? —pregunta Rodrigues, en diálogo con Dios—. Tú tienes que saberlo. Tú sabes que ese campesino tuerto ha muerto, y que ha muerto por ti. Entonces, ¿por qué consientes que continúe la calma? (…) ¿O sea que, el día que terminen matándome, el mundo va a seguir su curso como si tal cosa, exactamente lo mismo que ahora? Después de matarme, ¿cantará la cigarra y seguirá volando la mosca con el mismo aleteo soñoliento?»

 Luego, ya apresado, debe tomar la difícil decisión de abjurar de su fe para salvar a otros. Lo hace, pero ¿por qué lo hace, que lo mueve? ¿ es un cobarde, un traidor, un judas, por traicionar su fe, o es un acto de amor, de sacrificio, de un cristo en la cruz, al inmolarse?

«Cristo, en la Última Cena, le dijo a Judas: “Sal, ve y haz lo que tengas que hacer”. Ni aun ahora que soy sacerdote he podido captar bien el sentido de esas palabras. ¿Qué sentiría Cristo al lanzar a la cara del hombre que le iba a vender por treinta piezas de plata esas palabras? ¿Las diría con ira y odio? ¿O serían más bien palabras nacidas del amor? Si eran palabras de ira, Cristo en ese momento estaba negando la salvación a este solo hombre entre todos los hombres del mundo. Judas habría recibido de lleno el ramalazo de la ira de Cristo y no se habría salvado; y el Señor habría abandonado a su suerte a un hombre caído para siempre en el pecado. Pero eso no podía ser. Cristo trató de salvar incluso a Judas. De no ser así, no tiene sentido que le hiciera uno de sus discípulos».

 El nunca tendrá claro ese dilema: si cedió por compasión o por debilidad. Lo que si tuvo claro, es que Dios aún lo ama, y que con independencia que él ha sido destrozado, esa certeza le permitirá continuar con su vida.

Al final de su vida, humillado, de un sufrir en silencio, Rodrigues  reflexiona


«En estos momentos soy el último sacerdote católico de este país. Cristo no se ha quedado en silencio. Aun suponiendo que él estuviese callado, toda mi vida hasta hoy estaría hablando de él»

Y ese es su descubrimiento final, Dios está detrás del silencio.





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