Nos encontramos ante la reedición ampliamente corregida de la novela El Refugio publicada originalmente por Ediciones B en su colección Nova en1994. Plantea en una nota final el interesante «debate» sobre si las obras deben ser retocadas para su reedición o deben permanecer inalterables, entre ser fieles al original o ser muy posiblemente acusadas de “haber envejecido mal”. Es obvio que Aguilera, autoconfeso principal responsable de la corrección, se alinea con George Lucas y reconoce haber introducido un buen número de cambios en el texto. Esta reseña, en todo caso, se centra en la nueva novela obviando cualquier comparación con su antecesora.
En un futuro cercano —quizá se antoja que demasiado cercano— la Humanidad, tras pasar por una periodo de fuerte inestabilidad en la Tierra, se ha extendido por el sistema Solar, estableciendo estaciones orbitales en torno a nuestro planeta y colonias tanto en la Luna como en Marte. Y precisamente en el planeta rojo el jesuita Jacobo Kramer, después de soñar con ello durante toda su vida, va a realizar un descubrimiento arqueológico de inmensa importancia. Un descubrimiento que a un mismo tiempo abre las puertas del futuro con un legado insospechado mientras parece provocar un cataclismo de proporciones tales que termina con toda la vida en la Tierra y sus satélites, dejando muy diezmada la vida en Marte. Los supervivientes deberán hacer frente a la nueva situación, planteándose cómo mantener en pie lo que queda de la Humanidad e, incluso, cómo se puede devolver el golpe. Y aquí entran en juego ciertas tecnologías alienígenas que pueden ayudarles en la tarea; pero para ello primero tendrán que comprenderlas y, a la vez, poner orden en los enfrentamientos que empiezan a surgir entre las diferentes facciones marcianas y sus casi antagónicos modos de entender cómo hay que construir el futuro.
Es cuestionable el calendario que maneja para situar ese futuro apocalítico y todos los sucesos que han tenido lugar en el Sistema Solar hasta llegar a ese momento, pues se antoja un poco precipitado que en cincuenta años tengamos bases en la Luna y asentamientos permanentes en Marte. Y, a pesar de la interesante explicación, se antoja también un tanto rara la elección de las órdenes religiosas implicadas en la acción —los jesuitas no son precisamente el mejor ejemplo de orden monástica y ascética— y falta una explicación en profundidad y verosímil de cómo se ha llegado a la situación en que la Iglesia Católica, tan abiertamente en retroceso en la actualidad al menos en Occidente, esté en posición de comandar las principales ramas de la exploración científica.
El principal «defecto» de Némesis es, sin embargo y paradójicamente, un agradable exceso de ambición en todos los frentes de la narración. Hay en el libro tal cantidad de temas «clásicos» de la mejor ciencia ficción que los autores hubieran necesitado un buen número más de páginas para abarcarlos satisfactoria y debidamente todos. Extraterrestres incomprensibles, primer contacto, tecnologías super desarrolladas, viajes espaciales, naves sorprendentes, exploración de ruinas alienígenas y de ambientes exóticos en otros planetas, revoluciones sociales, modos de sobrevivir tras un cataclismo de proporciones impensables, la colonización del Sistema Solar, el reconocimiento de la inteligencia de los delfines y la forma de trabajar con ellos... Demasiado para abarcarlo todo, que deja en el lector cierta insatisfacción por querer saber más, por conocer más detalles, al tiempo que no puede dejar de admirar el afán especulativo de los autores.
Hay temas que sin duda deberían haber sido desarrollados más ampliamente, con más profundidad, sobre todo en la parte más «social» de la novela, como la situación de Marte, con Churl el Tuerto, el nuevo papado, la falta de mujeres, las tensiones entre la población religiosa y los laicos, la revolución... situaciones que dan una impresión fragmentada de la trama, de carácter episódico, casi sin conexión. La novela peca de excesiva rapidez en algunos momentos, pasando casi de puntillas sobre algunos detalles que hubieran merecido un mayor desarrollo e iniciando otros que no parecen conducir a ningún sitio, sirviendo tan solo de trasfondo sin una auténtica implicación en la trama principal y que provoca que en muchos casos no exista una construcción en profundidad de muchos de los personajes. Es algo frustrante estar disfrutando tanto de algo y quedarse con la miel en los labios, con la duda en la mente de por dónde podrían haber continuado las cosas.
Una trama principal, no obstante, la del intento de plantar cara a los desconocidos extraterrestres que casi han conseguido extinguir la vida humana, llena de sentido de la maravilla, de ideas fascinantes, de descubrimientos, de grandes escenarios, de viajes maravillosos, de reflexiones morales y filosóficas... Con un sabor clásico y un enfoque actual que consigue evitar además de un plumazo uno de los problemas planteados por la más reciente ciencia ficción: la tan traída «singularidad», con una explicación simple, sorprendente y eficaz —que habrá que leer en el libro para conocerla—.
Némesis es una novela magníficamente escrita —lástima de algunas erratas tipográficas que se han escapado a la corrección—, lleno de grandes ideas y avances tecnológicos de proporciones colosales, con un abundante y de agradecer dominio del lenguaje, que se lee con el mayor agrado incluso en medio de las explicaciones más hard del texto —centradas sobre todo en cuestiones de especulación biológica, nada que deba preocupar ni asustar a los profanos—, y con un final relativamente abierto que, publicada la novela a modo de «precuela», conecta en la distancia temporal con Mundos en el abismo e Hijos de la eternidad —o su reescritura y refundición en un solo voloumen como Mundos en la eternidad—. Da gusto leer este tipo de ciencia ficción.
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