18 oct 2011

Patrick Rothfuss - The Wise Man's Fear (The KingKiller chronicle, day 2)




"Hay tres cosas que todos los sabios temen: el mar en tempestad, una noche sin luna, y la ira de un hombre amable"

En el "Nombre del Viento" conocimos a Kote, un humilde tabernero en un remoto pueblo. Tras su apariencia tranquila y serena, se esconde la historia de  de los heroes más infames del , pues Kote no es otro sino Kvothe, el Asesino de Reyes, escondido y retirado. Aunque afortunadamente ha accedido a contarnos su historia, toda su historia, desde que era un niño hasta convertirse en la leyenda que es hoy día. Para ello necesitará 3 días.

El primer día, Kote nos relató su niñez, con los Edena Ruh, troupé de  ambulantes; el asesinato de sus padres, a  de los Chandrian, unos misteriosos demonios que asolan el mundo y que no les gusta que se cuente su historia; su vida como vagabundo en las  de Tarbean, la ciudad más grande del mundo; y finalmente su ingreso en la Universidad, cómo se las ingenió para ir avanzando en sus estudios, sin dinero, trabando grandes amistades y grandes enemistades por el , descubriendo el amor y sin perder nunca su objetivo de vista:  lo máximo posible sobre los Chandrian, para vengar a su familia.

Y ahora empezamos el segundo día de estas crónicas. La taberna está en silencio, esperando a que llegue su dueño, para continuar con su relato.

Continuación del exitoso libro, "El Nombre del Viento", publicado recientemente en inglés y sin fecha confirmada aún para su publicación en castellano

16 oct 2011

Tori Amos - Night of Hunters





El disco "Night of Hunters" es en realidad un encuentro de la música clásica con la música de nuestro tiempo. En este nuevo trabajo Tori reinterpreta, revisiona o reconstruye temas y músicas compuestas muchísimos años atrás por compositores de la talla de Debussy, Granados, Satie, Chopin, Mussorgsky o Schubert. Y el resultado es demoledor. Con una instrumentación impecable por parte del cuarteto de cuerda Apollon Musagète e intérpretes con renombre como Nigel Shore (oboe y corno inglés), el clarinetista de la Filarmónica de Berlín Andreas Ottensamer o Laura Lucas (flauta) todo ello producido bajo la mano de la propia Tori Amos y con arreglos musicales de John Philip Shenale. Como curiosidad en el disco la aparición en un buen puñado de temas ("The chase", "Anabelle", "Snowblind"…) de la voz de la hija de la propia Tori AmosNatashya Hawley, de once años de edad. Un trabajo que engrosa la agenda de personalidades del mundo del pop que entran en la nómina del gigante sello alemán (Sting, Rufus Wainwright, Elvis Costello… o hasta lo nuevo de Diego el Cigala "Dos lágrimas"). 

El vídeo del tema que cierra el disco, titulado "Carry", variación del tema "The Girl with the flaxen hair" de Debussy. También os recomiendo temas como "Edge of the moon" inspirado en la Sonata para Flauta BWV 1031 de J.S. Bach y "Cactus practice", variación de un Nocturno de Chopin (OP. 9 número 1) en la que aparece Natashya Hawley acompañando en las labores vocales a su madre, Tori Amos. Un disco en realidad sin ninguna fisura ni desperdicio.

Un saludo y feliz escucha.



Tori Amos – “Carry”.



Tori Amos – “Edge of the moon”.



Tori Amos & Natashya Hawley – “Cactus practice”.

Agua para elefantes


No es mala, no es buena, es previsible, pero se pasa un buen rato.

“Agua para elefantes” es la adaptación cinematográfica del best seller homónimo escrito por Sara Gruen, ambientado en la época de la Gran Depresión. La historia se centra en un joven estudiante de veterinaria que se verá obligado a dejar su formación tras el asesinato de sus padres. En ese momento comenzará a trabajar para los hermanos Benzini como veterinario de su circo. El joven se enamorará de Marlena, una de las estrellas del espectáculo que trabaja como amazona, y que está casada con August, el encargado de entrenar a los animales, un hombre tan carismático como retorcido.






El Planeta de los Simios (R)evolución


Esta es una de las buenas películas que he visto este año: buen historia, buenas actuaciones, buenos efectos y fotografía.

Narra el origen de la inteligencia de los simios y es la precuela al resto de las películas. En la serie de películas, se plantea que existió una guerra nuclear, y producto de esa guerra el hombre desciende en la escala evolutiva y el mono asciende.

En esta versión, ese conflicto no es necesario. Absolutamente recomendable de ver

La crítica dijo:

“El origen del planeta de los simios” alcanza momentos de gran cine en su relato de la formación de un líder. Una película enorme que alcanza sus mayores méritos en las posibilidades expresivas de su protagonista, el simio César.
Escalofríos recorrieron la espalda de quien esto firma cuando vio el primer tráiler de esta película. Lo que debería ser la revitalización de una de las sagas más emblemáticas y teñidas por la nostalgia de la ciencia-ficción —algo no necesariamente bueno, vistos los habituales resultados— amenazaba con ser una visita de nuevo sin demasiada imaginación, una certificación más de que, tras el horroroso remake con el que Tim Burton comenzara su decadencia, la vida inteligente, y no sólo la humana, parecía definitivamente erradicada del mundo de nuestros parientes primates.
Sin embargo, el segundo tráiler cambió esa percepción: de repente, parecía posible adentrarse en los terrenos ya conocidos desde un nuevo ángulo. Entrevimos ahí las posibilidades de un verdadero protagonista, el chimpancé César, creado digitalmente a partir de la interpretación de Andy Serkis, y cómo su interacción con los humanos y el planteamiento de dilemas en realidad poco originales, pero siempre efectivos desde el nacimiento del género fantástico —las consecuencias de la intromisión del hombre en el equilibrio natural de la cosas, la inevitable debilidad de la decadente humanidad frente a la irrupción de una nueva raza inteligente—, introducía un nuevo interés al relato.
Y una vez vista la película, esa es la sensación que perdura. Sólo que, evidentemente, aún más potenciada. Porque, más allá de su evidente vocación de producto comercial,El origen del planeta de los simios” (ver escenas) alcanza momentos de gran cine, precisamente cuando se adentra en los recovecos más íntimos, marcados por los ojos de un simio que dejan ver la compleja evolución de quien definitivamente no pertenece a ningún sitio. Porque la cinta se centra en el proceso de formación de un líder, un peludo Espartaco que pronto comprende que ha llegado la hora de un cambio social, un auténtico salto evolutivo.
A pesar de que el encaje de las piezas con el terreno marcado por el relato ya existente —especialmente la primera entrega, porque los hechos mostrados en la cinta deRupert Wyatt difieren con lo que se nos contaba en las continuaciones de esta— a veces resulta un poco forzado —si bien se agradecen las menciones a la expedición comandada por el capitán George Taylor—, el final de la película deja las piezas perfectamente colocadas para lo que podría ser el, esta vez sí, renacimiento de una de las historias, en el fondo, de corte más clásico del cine de los últimos cincuenta años.
Antes, nos habremos encontrado con momentos en los que las posibilidades narrativas del cine nos dejan escenas para el recuerdo. Y entre ellos, todos los que reúnen en el mismo plano a dos interpretaciones de nivel máximo: la de ese extraordinario actor que responde al nombre de John Lithgow, y la de ese primate, a pesar de todo pixelado —porque nada en su composición parece decirlo, sobre todo cuando la cámara se aproxima a su rostro—. Una demostración, para los cansinos Burton que hay en el mundo, de que no sólo la parodia desangelada puede ser la forma moderna de encarar un icono: también cabe, y aquí se demuestra, exprimir al máximo las posibilidades dramáticas, la pequeña historia escondida tras los decorados de la epopeya. Y esta grandísima película lo demuestra. Ha nacido, en todos los sentidos, un nuevo líder, se llama César y, si hay justicia en el mundo, ha venido para quedarse. Ojalá las taquillas le rindan la pleitesía que por su condición merece.







Súper 8



Un tributo a ET, buen manejo de los efectos especiales. Recomendable de ver.

Una crítica de la película extraída de acá:


Empezó a despuntar en la década de los setenta, y en los ochenta ya se había ganado el título de “el Rey Midas de Hollywood”.
Sí, Steven Spielberg, ese cineasta que con “Tiburón” demostró que el cine comercial podía ser de calidad y, además, hiper taquillero, pasó a convertirse en una de lasmás poderosas e influyentes figuras de la industria cinematográficade Hollywood no sólo en su labor como director sino también en la de productor.
Gracias a esta última faceta le debemos películas  que han marcado la infancia/adolescencia de toda una generación: “Gremlins”, “Los Goonies”, “Regreso al futuro” “El chip prodigioso”, “El secreto de la pirámide”, “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”, “Nuestros maravillosos aliados” (tristemente muy olvidada) o “Poltergiest son algunas de las más memorables y recordadas. Además fue también el impulsor de una de las series televisivas más entrañables de la época: “Cuentos asombrosos”.
A todos nos emociona recordar estas joyitas exponentes de lo que fue el cine de los 80 y de cómo debía de ser el buen cine de entretenimiento. Y es que al fin y al cabo, esa fue una década gloriosa para el cine comercial (a tanto remake actual me remito), sabiendo aunar calidad y originalidad, dos aspectos fundamentales (especialmente el primero) que día de hoy escasean como el hielo en el desierto.
Y aunque actualmente Spielberg no sea ni la sombra de lo que una vez fue (al menos como productor), aún hay quién se acuerda con cariño y admiración de todo ese cine setentero y ochentero del que fue responsable y que tanto nos marcó.
Quizás por ese motivo, y porque está encantado de haberse conocido, el director/productor/guionista haya decidido avalar el proyecto de otro director/productor/guionista llamado J.J. Abrams, muy popular gracias a sus series para televisión (entre ellas, Perdidos, como no), y que ha decidido rendir homenaje a todo ese cine a través de su última incursión tras las cámaras.
En el verano de 1979, un grupo de jóvenes de un pequeño pueblo de Ohio son testigos de un choque de trenes catastrófico mientras ruedan una película casera en Super 8. Cuando empiezan a sucederse una serie de desapariciones irregulares y eventos inexplicables, los chicos sospecharán que hay gato encerrado tras el accidente y tratarán de descubrir la verdad.
Al margen de la mayor o menor calidad de sus producciones, si algo sabe hacer Abrams a la perfección es captar nuestra atención gracias, sobre todo, al buen manejo de la publicidad y sus campañas virales. Obviamente, eso es algo que también puede jugar en su contra y pasarle factura, como le ocurrió con “Monstruoso” (película que produjo), donde creó unas elevadas expectativas que luego muchos (entre los que no me incluyo) no vieron satisfechas.
De todas formas, el caso de Super 8 es muy diferente, ya que juega con unelemento aún más poderoso: la nostalgia.
La película rinde homenaje al cine de Spielberg con la mirada puesta muy especialmente en ‘E.T. El Extraterrestre’, y reconstruye ambientes, lugares, situaciones y personajes que forman parte de ese colectivo de películas antes mencionadas.
En este caso, nos encontramos ante un film familiar en donde los principales protagonistas son los niños, quedando los adultos en un segundo plano.
La pandilla de amigos está unida por una misma afición, el cine. Juntos deciden rodar una película (atención al género al que pertenece y, por ende, al director homenajeado) con su cámara de vídeo de 8mm, y cada uno tiene su función: Joe, el más callado del grupo (y que recientemente ha perdido a su madre en un terrible accidente), se encarga del maquillaje; Charles, el comilón, es el director y guionista de la película; Cary, el flipado de los petardos, se encarga de los efectos especiales; Martin interpreta al valiente protagonista, aunque en la vida real es bastante miedica; Preston forma parte también del reparto; y finalmente está a Alice, a la que convencen para participar como la partenaire de Martin.
Los seis se dirigen, de madrugada, a la estación de tren del pueblo para rodar una de las escenas  dramáticas de su película. Allí serán testigos del brutal accidente ferroviario que será el desencadenante de los extraños incidentes que se irán produciendo a posteriori.
Jackson Lamb, el padre de Joe y ayudante del sheriff, también empecerá a sospechar que algo raro está ocurriendo cuando el ejército tome el pueblo sin que le den explicaciones convincentes de lo que está ocurriendo.
En ese preciso instante es cuando Abrams juega sabiamente con los elementos a los que referencia pero introduciendo poco a poco el factor “bicho malo” a medida que el misterio se va esclareciendo.
De este modo, nos planta una especie de monster-movie mezclada con la aventura juvenil pura y dura. Y todo aderezado con unas pinceladas dramáticas (muy sutilmente introducidas al inicio) que se centran sobre todo en el conflicto personal que implica a Joe y Alice, la pareja protagonista, y sus respectivos padres (Jackson y Louis Dainard, éste último algo así como el borracho del pueblo)
Durante este tiempo, la película funciona de maravilla, consiguiendo que le cojamos cariño a los jovenzuelos y creando en nosotros una notable incertidumbre hacia la carga que transportaba el accidentado tren. Y ahí hay que destacar de nuevo la capacidad de Abrams por haber mantenido bien oculta no sólo la apariencia del monstruo (tanto antes del estreno de la película como en el transcurso de la misma) sino también el verdadero rumbo que toma la trama.
Sin embargo, la sensación general es que va de más a menos.
Justo cuando la acción cobra protagonismo, algunas decisiones del guión empiezan a chirriar un poco… El enfrentamiento entre Joe y Charles del que bien se podría haber prescindido (o justificarlo con otro causa); el conflicto entre Jackson y Louis que se resuelve de un plumazo y de forma bastante ingenua; o la secuencia heroica entre Joe y el monstruo, que resulta un tanto inverosímil (SPOILER — cuesta de creer que el alienígena, cabreado como está y que no duda en secuestrar y cepillarse a quién sea sin importar su edad o su sexo, se plante a escuchar las razonables palabras de un crío al que está a punto de hacer pedacitos, sin que antes el guionista –el propio Abrams- haya decidido establecer un vínculo entre el niño y la bestia, cosa que sí justificaría semejante resolución — FIN SPOILER).
De todas formas, estos detalles no empañan el resultado final, si bien, en mi opinión, el conjunto no resulta tan emocionante como cabría esperar. ¿Por qué? Bueno, porque los ochenta fueron una época maravillosa pero única, y por mucho cariño y sentido del homenaje que se ponga, es muy difícil copiar una fórmula que era fruto del momento y que en gran parte funcionaba gracias a la inocencia y capacidad de sorprenderse del espectador, algo que hoy en día es mucho menos frecuente.
También porque la copia, entre comillas, es difícil que transmita las mismas sensaciones que la original, ya que aquí no se está jugando con la novedad sino con la repetición y, por ende, con el factor nostálgico.
Precisamente es esa nostalgia la que está influyendo sobremanera en las opiniones vertidas sobre la película y la que probablemente esté inflando tanto las críticas más allá de sus verdaderos logros. Cierto que Super 8 nos transporta hacia una/s década/s mágica/s, y que rescata al niño más o menos impresionable que llevamos dentro, pero el resultado final no es ni mucho menos tan sumamente sublime y fascinante como se nos pinta.
Es un estimable y entrañable entretenimiento, sin duda alguna, y sus aciertos están ahí, pero recomendaría ajustar un poco las expectativas para disfrutar plenamente de ella y, sobre todo, para valorarla luego en su justa medida.
Dicho esto, hay que destacar secuencias espectaculares como el accidente de tren (rodada desde el punto de vista de los niños y, por tanto, nada que ver con la versión mostrada en el primer teaser tráiler), y otras que son muy “spielberianas”, como el intenso tramo que transcurre en el autobús con los militares y los niños; muy deudor de la saga jurásica.
Gran parte de las escenas en las que interactúan los niños logran nuestra inmediata empatía gracias especialmente al buen hacer de su reparto (todos los críos están muy naturales, sin que resulten repelentes, como suele ser habitual) Y aquí habría que hacer un breve inciso para destacar aEllen Fanning, que se come la cámara con prácticamente cada escena, dejando muy atrás a sus compañeros. Y es que se nota que las Fanning llevan la interpretación en las venas, aunque esperemos que la -ya no tan- pequeña Ellen no se desvíe cuando alcance la adolescencia en su plenitud y sepa elegir bien sus futuros trabajos para labrarse una buena carrera como actriz.
El reparto adulto está exento de grandes figuras de Hollywood, lo que ayuda a no eclipsar a la chavalería. Pero lo importante es que entre sus filas hay gente tan cumplidora como Kyle Chandler o Noah Emmerich, y con eso es suficiente (aunque se eche de menos mayor protagonismo del que Abrams les otorga)
En temas más técnicos, la película cumple sobradamente a la hora de ambientarnos a finales de la década de los 70, y además los efectos especiales son competentes. La banda sonora (con ecos a lo Cloverfield y E.T.) del siempre genial Giacchino es excelente… si se escucha por separado, ya que durante la película pasa un poco desapercibida, en parte porque se recurre frecuentemente a temas musicales de la época (muy bien escogidos, eso sí, como el Don’t Bring Me Down de ELO)
En resumidas cuentas, “Super 8” es una apreciable y entretenida aventura familiar con un puntito más terrorífico que de costumbre y que de paso nos habla también de la amistad y del primer amor, así como del miedo a lo desconocido y del peso de la culpa.
Pero ante todo, es un ejercicio de nostalgia en toda regla que homenajea al cine de la factoría Amblin. Y esa su mayor valía junto a su sencillez.
P.D.: Imprescindible quedarse durante los créditos finales.




90 pasos

 90 pasos Son 90 pasos, los conté yo mismo la última vez que fui. Cubren casi toda la parte lateral, por la diagonal son más, pero no muchos...