1 mar 2011

El valor de la ley

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La gente no cree que una joven pueda abandonar su hogar y salir en pleno invierno a vengar la muerte de su padre. Pero ocurrió. (Mattie Ross)
Daría igual, pero no es un remake. Lo vienen repitiendo los hermanos Coen desde que iniciaron el proyecto. Y aun así, ‘Valor de ley’ (‘True Grit’) sigue vendiéndose como el remake de la película homónima dirigida por Henry Hathaway en 1969, que quizá habría quedado olvidada (como tantas otras anteriores a los 90) de no ser porque todo un mito del cine como John Wayne ganó gracias a ella el único Oscar de su carrera. En realidad, el nexo de unión de ambos films es una novela de 1968 escrita por Charles Portis. En ella se narra la asombrosa historia de una chica de catorce años que no está dispuesta a, como se dice en la cita justo después de la aparición del título, dejar que los malos se escapen, simplemente porque nadie los persigue. Tom Chaney mató a su padre a sangre fría, y ella piensa pagarle con la misma moneda.

Desde el mismo arranque la película de Joel y Ethan Coen se separa de la anterior adaptación de la novela. A diferencia de la versión de Hathaway, en la nueva ‘Valor de ley’ no se nos muestra el crimen que da origen al relato, lo que me parece todo un acierto, el primero de muchos. La imagen se va formando en la pantalla como un débil fuego que nace en una insondable oscuridad; con la melancólica composición musical de Carter Burwell (impresionante su trabajo) sonando de fondo, la voz en off de Mattie Ross narra lo que ocurrió con su padre, al que vemos tirado en el suelo, como un montón de ropa inútil. Acto seguido, vemos a la chica (Hailee Steinfeld, un prodigio) pegada a la ventana de un ferrocarril, llegando a Fort Smith para reconocer el cadáver de su padre y llevarlo a casa. El cuerpo inerte volverá a su hogar, Mattie aún no, tiene un propósito entre ceja y ceja. Pero no será fácil, ni agradable. Los Coen nos van a mostrar, a través de los ojos de la chica, la cara más amarga, desmitificadora, sucia y cruda del oeste americano. Por fortuna, el viaje también contiene humor, tensión y emoción. Lo tiene todo.


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“Me han dicho que es usted un hombre con verdaderas agallas”. Así es como definen a Rooster Cogburn (extraordinario Jeff Bridges), el marshall más bruto, antipático, violento y borracho del lugar; y además es tuerto. Hay otros mejores, pero Mattie quiere al de gatillo fácil, quiere que sea Rooster quien encuentre a Chaney. Por supuesto, el veterano pistolero se resiste, necesita el dinero y acepta el encargo, pero no piensa cargar con una cría. Claro que Mattie no es una cría, o al menos no una cualquiera, y no solo desea venganza, tiene que ser protagonista de la cacería, tiene que verlo con sus propios ojos. Al dúo se unirá un tipo que también persigue (por otro asesinato) al mismo criminal; LaBoeuf (Matt Damon) es todo lo contrario a Rooster, es un orgulloso “texas ranger”, educado y recto, que se jacta de ser un formidable rastreador, si bien, como apunta Mattie en su primer encuentro, ha perdido muchas ocasiones de atrapar a Chaney.

Convertidos en una especie de extraña familia, Mattie (la hija), LaBoeuf (el hijo) y Rooster (el padre) emprenden un viaje que los Coen narran con gran estilo y vigor, logrando mantener siempre el interés, sin que parezca que sobre ninguna escena y ninguna frase; hay grandes momentos previos al inicio de la aventura, como la presentación de LaBoeuf, pero el exceso de diálogo entorpece el ritmo en los primeros minutos. Puede que la causa sea haber visto la primera versión, uno ya sabe todo lo que se va a decir y va a ocurrir en ese tramo. Una vez arranca la caza de Chaney, el relato se impregna de emoción, y es ahí donde más claramente supera esta ‘Valor de ley’ a la antigua. Sí, lo digo alto y claro, la adaptación de los Coen es superior a la de Hathaway, por mucho que ofenda a los más puristas. La prueba más clara es la secuencia del tiroteo en el refugio, visto desde lo alto de una montaña. Es una gozada, una auténtica genialidad.
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Aparte de la lucidez del trabajo realizado por los hermanos Coen, que confiesan haberse sentido muy cómodos adaptando con fidelidad un relato ajeno (hasta el punto de dejar intactas muchas frases), pues lo cierto es que los elementos de esta historia encajan perfectamente con los que vienen tratando desde sus comienzos (violencia, venganza, humor negro, absurdo, azar, antihéroe), cabe destacar la poderosa fotografía de Roger Deakins y la inmejorable labor del reparto. Están sensacionales todos, incluyendo a Josh Brolin y Barry Pepper, que tienen papeles muy secundarios (aunque relevantes); por cierto, una película estupenda para reivindicar a Damon, un intérprete versátil que sigue progresando, su LaBoeuf es valiente, patético, gilipollas y encantador al mismo tiempo, tremendo, debería estar nominado al Oscar. Y ‘Valor de ley’ debería arrasar. Sería justo. Es el mejor western desde ‘Sin perdón’ (‘Unforgiven’, 1992), una grandiosa aventura que debe verse en pantalla grande. Si te apasiona el cine, claro.

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