El sueño lo he dividido en tres partes, porque me ha parecido que son tres sueños en uno.
La primera parte comienza cuando hay una guerra y yo formo parte de un equipo de cuatro que buscamos, guiados sólo por una leyenda, el lugar donde se encuentra el arma que derrota a nuestros enemigos. Viajamos en un jeep viejísimo por el desierto, y vamos huyendo del enemigo, el que nos persigue en gran número y muchísimo mejor preparados que nosotros.
Luego de huir durante mucho tiempo, encontramos el lugar, que se encontraba después de unos portones con candados. Los abrimos y seguimos, hasta que el enemigo aterriza frente a nosotros en un avión gigante. Nos rodean y apresan con cadenas. Detenidos y esposados, y ya desanimados descansamos esperando que se selle nuestro destino. ¡Tan cerca estuvimos de conseguir nuestro objetivo, y fracasamos! De repente, entendemos que el lugar no es un lugar, sino una actitud, y que el arma no es un arma sino el canto. Cuando entendemos eso, entendemos también que cualquier lugar era tan bueno como este, pero que sin haber hecho este recorrido, nunca habríamos llegado a esta comprensión. También en ese instante aprendemos a cantar, que no era más que ser uno con todo, y todo en uno. En lo práctico podías hacer que la materia te obedeciera, así es que le pedimos a las amarras que deshicieran.
Ya libres, comprendemos que esta guerra podríamos no ganarla, pero que nunca la perderíamos. Así es que no valía la pena luchar, sino hacer otras cosas, como por ejemplo buscar un lago, o pantano y ser uno con el agua....por lo tanto, nos fuimos de vacaciones.
La segunda parte comienza cuando vamos por la carretera, todavía en el desierto, buscando un lugar donde pasar nuestras vacaciones. Luego de un momento, a la orilla del camino encontramos un sacerdote que lloraba amargado, sentado en la escalinata de entrada de un parque fantasma.
-¿Por qué lloras?-
-Lloro porque quiero hacer misa, pero no tengo a quien.
- Pero si esto esta desierto, ¿cómo quieres que entre alguien?
- No sé.
-¡Qué raro!, dijimos nosotros, y nos fuimos. Seguimos manejando hasta que llegamos a la intersección de un camino.
En ese lugar había una especie de altar, con una bandera naranja y deslavada a cada lado. Sobre el altar había un gran cuaderno abierto, de hojas muy blancas, y sin nada escrito sobre este. Nos bajamos, movidos por la curiosidad, y le preguntamos a alguien que estaba ahí.
- ¿Para qué es este altar?
- Este altar lo construimos para agradecer a los norteamericanos el habernos salvado. La idea es que cada persona de ese país firme en este cuaderno.
-Pero, ¿cómo van a firmar si nadie sabe para qué sirve?
- No sé.
- ¡Qué raro!, dijimos y nos fuimos.
Seguimos manejando, pero ahora el camino era de una sóla vía. Al costado del camino, habían varios negocios, uno al lado del otro, y todos cerrados y abandonados. Nos preguntabamos qué tipo de negocio era, cuando nos percatamos de que cada negocio tenía un letrero, ubicado de tal forma que era imposible que los conductores lo vieran.
- ¡Qué raro!, dijimos y seguimos.
Y finalmente llegamos a nuestro destino, que es donde comienza la tercera parte.
Llegamos a un pequeño pueblo, tipo alemán en la forma de sus casas y rodeado de un denso bosque de pinos.
El pueblo estaba lleno de cervecerías, cada una con un tipo diferente de cerveza, y sabor sólo de esa cervecería en particular.
Decidimos entrar a una que tenía un jardín trasero muy bonito. Al pedir la cerveza, el mozo nos pregunta
- ¿En qué vaso la desean?
- ¿A qué se refiere?
- Lo que pasa es que tenemos 20 tipos de vasos-, y los muestra, desde uno más pequeño que un dedal, hasta uno grande, del tamaño de un balde.
- ¡Chuuuuu! dijimos nosotros, ¡qué difícil decisión!. Pero, miramos hacia afuera, y vimos el jardín soleado, con reposeras, toldos y un pasto muy verde y mullido.
¡Mozo, traiganos todos los vasos!, dijimos, porque si nos dá sueño, podemos dormir en el jardín.
Y aquí termina este curioso sueño. Despierto muy alegre y riéndome.
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¡Tremendo sueño!
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