Según la teoría de los juegos la estrategia de los jugadores tendrá para cada uno las mismas posibilidades de ganar con la condición de que cada uno razone como el otro. Un juego es una estructura sujeta a determinadas reglas y procedimientos que delimitan una situación de interacción: se juega (debería jugarse) en función del juego de otro. Se juega adelantándose a la jugada de otro. Jugar para ganar significa, entonces, mucho más que conocer las reglas del juego a la perfección haciendo una movida, sino anticipando las movidas del otro y moviendo en función de esas movidas que se espera haga el otro.
En un juego, no importa tanto el valor absoluto de una pieza sino su valor relativo en función de su posición en el tablero, es decir, que cada posición no es más que un momento que varía de posición en posición. Los valores dependen de las reglas, que ya están dadas antes de comenzar a jugar y que persisten tras cada jugada, pero una vez que el juego comenzó y las piezas se mueven, aunque dentro de las reglas, es la configuración de las relaciones entre las piezas lo que determina su valor táctico en función del objetivo estratégico que consiste en ganar el juego. De ahí que en todo juego exista la necesidad de engañar al adversario, sacrificando por ejemplo, una pieza cuyo valor absoluto sea mayor al de otras.
Se trata aquí de un doble movimiento: si jugar es razonar como el otro, parte de la estrategia consiste en hacer creer al otro que razonamos de una determinada manera de tal forma de encubrir nuestro verdadero razonamiento, para lo cual hay que producir una prueba, un efecto de realidad en nuestra movida que se haga evidente para el otro (ya que el otro, si es buen jugador, tendrá en cuenta que quizás estoy intentando engañarlo), por ejemplo, sacrificando una pieza de valor absoluto fundamental. El otro movimiento es en realidad el que hace el otro, respondiendo a nuestro engaño con una movida que es la que nos abrirá el camino para romper su juego. Jugar bien es hacer jugar mal al otro.
Toda jugada tiene repercusión en todo el sistema de relaciones que es un juego, de modo que el desplazamiento de una pieza puede revolucionar el conjunto de la partida y tener consecuencias hasta para las piezas que hasta el momento estaban fuera de cuestión, y a la vez, ese desplazamiento es un hecho distinto del equilibrio precedente y el equilibrio subsiguiente. Por lo tanto, una vez que hecha la jugada surge una nueva disposición de las relaciones entre las piezas esa jugada deja de tener importancia para entender el desarrollo subsiguiente del juego: lo que importa es captar su siguiente devenir.
Lo importante es lo que cada jugador hace con las reglas, tener una intención cuyo móvil sea modificar el equilibrio existente en determinado momento en el sentido de que nuestro juego haga jugar al otro para nosotros.
En este contexto se entiende que la teoría de los juegos haya sido generalizada por filósofos, cientistas sociales, sociólogos, lingüistas, e historiadores como modelo para analizar prácticas sociales, en particular entre los pensadores estructuralistas y posestructuralistas. “Juegos de verdad”, “juego social”, “juego enunciativo” son algunos de los ejemplos más significativos del uso de la teoría de los juegos como modelo de interpretación para el análisis de las complejas relaciones entre sujeto, saber, poder, y verdad.
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