27 oct 2017

ASFÓDELO - William Carlos Williams





Del asfódelo, flor aún verde,
como un ranúnculo
sobre la horqueta del tallo,
salvo que es verde y leñosa,
vengo, querida,
a cantarte.
Juntos vivimos largamente
una vida llena,
si quieres así lo diré,
de flores. Por eso
me alegré
cuando supe
que también hay flores
en el infierno.
Hoy
estoy lleno de la borrosa memoria
de esas flores que los dos quisimos
-aun esta pobre cosa
descolorida
-la vi
cuando era chico-
poco apreciada entre los vivos
pero los muertos la ven
preguntándose entre ellos:
¿Qué es lo que recuerdo
y que está hecho
como está hecha esta cosa?
mientras nuestros ojos se llenan
de lágrimas.
De amor, constante
amor, está hablando
aunque un débil y apenas carmesí
la aviva
para hacerla creíble.
Hay algo,
algo urgente
que tengo que decirte a ti,
nada más a ti,
pero que debe esperar
mientras yo bebo
la alegría de estar juntos
quizá la última vez.
Y así,
con miedo en el pecho,
me demoro
y sigo hablando
-por miedo a pararme.
Óyeme mientras hablo
contra el tiempo.
No será
por mucho.
He olvidado
y veo sin embargo con bastante claridad
algo
central en el cielo
que
¡Un olor
emana de él!
¡Un olor dulcísimo!
¡Madreselva! Y ahora
llega el zumbar de una abeja
y toda una marea
de memorias hermanas.
Sólo dame tiempo,
tiempo para recordarlas
antes de que deba hablar.
Dame tiempo,
tiempo
Cuando era muchacho
tenía un libro
al que, de tanto en tanto,
agregaba flores prensadas;
luego, tras cierto tiempo,
tuve una buena colección.
El asfódelo,
agorero,
entre ellas.
Te traigo
resucitada,
la memoria de esas flores.
Eran dulces
al prensarlas
y retenían
algo de su dulzura
por largo tiempo.
Es un curioso olor,
un olor moral,
éste que me trae
cerca de ti.
El color
fue lo primero en irse.
Tuvo que llegarme
un desafío,
tu querido ser
mortal como yo lo era,
¡la garganta del lirio
ante el colibrí!
La riqueza sin fin
pensé,
me tiende sus brazos.
Mil tópicos
en un florecer del manzano.
A sí misma
se dio de buena gana la tierra generosa
¡El mundo entero
llegó a ser mi jardín!
Pero el mar
que nadie cultiva
también es jardín
cuando el sol lo hiere
y las olas
despiertan.
Lo vi
lo mismo que tú
cuando hace avergonzar
a todas las flores.
Además, allí está la estrella de mar
endurecida por el sol
y las otras hierbas
y algas marinas. Sabíamos esto
y lo demás acerca suyo
porque nacimos junto al mar,
conocimos sus setos rosa
al mismo borde del agua.
Allí crece la malva coral,
y cuando es época
las frutillas
y allí, más tarde,
fuimos a recoger
la ciruela silvestre.
No puedo decir
que llegué al infierno
por tu amor
pero muchas veces
me descubrí allí
al ir en tu búsqueda.
No me gustó
y quise estar
en el Cielo. Óyeme.
No te alejes.
Aprendí mucho durante mi vida,
en los libros
y fuera de ellos
acerca del amor.
La muerte
no marca su fin.
Hay una jerarquía
que puede ser recorrida,
creo,
en su servicio.
Su galardón:
es una flor mágica;
un gato de veinte vidas.
Si nadie viene a ponerlo a prueba
el mundo
saldrá perdiendo.
Ha sido
para ti y para mí
como el que vigila una tormenta
viniendo sobre el agua.
Estuvimos
año tras año
frente al espectáculo de nuestras vidas
con las manos juntas.
La tormenta desenvuelta.
El relámpago
juega sobre el filo de las nubes.
Hacia el norte el cielo
es plácido,
azul en los arreboles
mientras la tormenta crece.
Es una flor
que pronto alcanzará
el máximo de su florecer.
Bailábamos,
en nuestras mentes,
y leíamos un libro juntos.
¿Recuerdas?
Era un libro serio.
Y así los libros
entraron en nuestras vidas.
¡El mar! ¡El mar!
Siempre
cuando pienso en el mar
me viene a la mente la Ilíada
y el yerro público de Helena
que engendró el poema.
De no haber sido por él
no hubiera habido poema y el mundo,
si hubiésemos recordado
esos pétalos carmesí
desparramados sobre las piedras,
lo hubiera llamado simplemente
asesinato.
La orquídea sexual que floreció entonces
enviando a tantos
hombres
desinteresados a sus tumbas
les dejó su memoria
a una raza de locos
o de héroes
si el silencio es una virtud.
El mar solo
en su multiplicidad
guarda alguna esperanza.
La tormenta
resultó abortada
pero nosotros seguimos
tras los pensamientos que ella despertó
para
cimentar de nuevo nuestras vidas.
Es la mente
la mente
que debe ser curada
antes de la intervención
de la muerte
y se volverá otra vez
un jardín. El poema
es complejo y también el lugar que hay hecho
en nuestras vidas
para el poema.
El silencio puede asimismo ser complejo también
pero no se llega lejos
con el silencio.
Empieza otra vez.
Es como el catálogo
de naves en Homero:
ocupa el tiempo.
Hablo con figuras
lo suficiente, los vestidos
que llevas puestos también son figuras,
no podríamos encontrarnos
de otro modo. Cuando hablo
de flores
es para recordar
que en un tiempo
fuimos jóvenes.
No todas las mujeres son Helena,
ya lo sé,
pero tienen a Helena en sus corazones.
Querida mía:
lo tienes en el tuyo, por eso
te amo
y no podría amarte si no fuera así, de otro modo.
Imagina que ves
un campo hecho de mujeres
todas de un blanco-plata.
¿Qué habrías de hacer
sino amarlas?
¡La tormenta estalla
o se disipa! y no es
el fin del mundo.
El amor es algo más,
o al menos así lo pensé,
un jardín que se expande,
aunque te conocí como mujer
y nunca pensé de otra forma,
hasta que el mar entero
haya sido tomado
y todos sus jardines.
Era el amor del amor
el amor que devora todo el resto,
un amor agradecido,
un amor a la naturaleza, la gente,
los animales,
un amor que engendra
la gentileza y bondad
que me movieron
y eso fue lo que en ti yo vi.
Debí haber sabido
aunque no lo supe,
que el lirio del valle
es una flor que causa mucho mal
al que la sopla.
Tuvimos nuestros hijos
rivales en la furiosa arremetida general.
Los dejé a un lado
a pesar de cuidarlos
tanto como un hombre
puede cuidar a sus hijos
en la medida de mis luces.
Tú lo entiendes
tenía que encontrarte
después de lo que pasó
y tengo todavía que encontrarte.
Amor
al que también tú reverenciarás
conmigo;
una flor
una flor muy frágil
será nuestra alianza
y no porque
seamos demasiado débiles
para actuar de otro modo
sino porque
en la cumbre de mi potencia
arriesgué lo que debía hacer,
para probar que no obstante
nos amamos
mientras mis huesos sudaban
porque no podía gritártelo
en el acto.
Del asfódelo, esa flor algo verde,
yo vengo, mi amor,
a cantarte!
Mi corazón revive
cuando piensa que te trae noticias
de algo
que te concierne
y concierne a muchos hombres. Mira
lo que se hace pasar por nuevo.
No lo encontrarás allí sino
en los poemas despreciados.
Es difícil
obtener noticias de los poemas
aun cuando los hombres mueren miserablemente todos los días
por carecer
de lo que se encuentra allí.
Oyeme
que también a mí me conciernen
y a cada hombre
que quiere morir en su cama pacíficamente
reconciliado.

90 pasos

 90 pasos Son 90 pasos, los conté yo mismo la última vez que fui. Cubren casi toda la parte lateral, por la diagonal son más, pero no muchos...