En la sala de recuperación habían diez niñas y otro niño, completando los doce. La madre del otro niño, era muy joven ¿17? ¿18? años, colorina. Trabajaba en una fuente de soda del mercado de la ciudad. Nadie la venía a ver con excepción de un hombre alto y mayor. El papá de la guagua y dueño de la fuente de soda, se rumoreaba.
Mi mamá estuvo recuperándose de sus heridas varios días y entabló cierta amistad con ella, por la cercanía de camas me imagino yo. Mientras eso pasaba yo estaba en la incubadora hasta que maduraran mis pulmones y me redondearan la cabeza.
El tiempo pasó y años después, yo ya adolescente, mi madre se topa con ella nuevamente. Vendía verduras en la feria que cada miércoles se colocaba en la población. Su hijo la acompañaba en sus labores, era bajo, relleno y con la sonrisa viva.
A veces pienso en cómo, naciendo el mismo día, en las mismas condiciones, la vida nos va guiando por sendas distintas.