15 may 2010

Sueño del 4 de Mayo de 2011

Cuando niño, en los 70, había una revista de Ciencia Ficción, Infinito creo que era su nombre. Trataba de un grupo secreto que viajaba en el tiempo solucionando problemas. En la mayoría de las historias, la acción transcurría en el pasado de Chile.

El grupo era comandado por un hombre enigmático, completamente calvo, del que no se sabía nada.

Una de las historias trataba de que el grupo viajaba en una nave hasta el fin del Universo, en ese lugar el calvo tomaba una nave más pequeña y caía por un lugar, yendo a dar a otro Universo. Pérdido y desorientado comenzaba a viajar por lugares poblados de seres míticos: gigantes, demonios y dioses. Por lugares de formas y colores imposibles.

Para esos seres, él era insignificante como una hormiga, así es que lo ignoraban completamente.

Vagó, cruzó desiertos, mares e islas colgadas del cielo. Por algún motivo, él ni envejecía y no sentía ni sueño, ni sed.

Si en ese lugar existía el tiempo, tampoco él lo entendía. Después de mucho ir y venir, y ya rendido y sin esperanza, llega a un lugar donde hay una diosa gigantesca, hermosísima, de color dorado y vestida como las mujeres del oriente antiguo.

Entonces él le habla, y le habla durante un tiempo infinito, le habla de todas las formas que conoce y en todos los idiomas que sabe. Le cuenta que está perdido y que quiere volver a su Universo. La diosa, silenciosa, sumida en quizás qué pensamientos, lo ignora hasta que, repentinamente lo mira, lo entiende y accede a su deseo.

El calvo vuelve a su Universo, pero a un tiempo anterior, y se siente como Sísifo, condenado a repetir por la eternidad esa experiencia. Condenado a volver a verla y a no tenerla.

Eso soñé, y yo era el calvo.

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