30 nov 2009

Moon


¿Qué precio estaríamos dispuestos a pagar como humanidad a cambio de lograr energía barata y limpia?¿Sería lícito sacrificar la libertad de una persona como tu o como yo?¿Aceptaríamos ese mal menor a cambio de un bien mayor? Pero, ¿y si esa persona vive en un engaño monstruoso que es una pura pesadilla sin saberlo?¿Es lícito, es aceptable, convertir la vida de un ser humano en un horizonte de mentiras, si así la Tierra mejora en algo?

La obtienes acá.

22 nov 2009

HEROIN – The Velvet Underground

Si fuese drogadicto este sería mi himno


Ink

Hermosa película acerca del bien y el mal, y el amor. Recomendada

La obtienes acá

OST New Moon



Para los fanáticos de estas películas:

Tracklist:
01. Death Cab For Cutie – Meet Me On The Equinox
02. Band Of Skulls – Friends
03. Thom Yorke – Hearing Damage
04. Lykke Li – Possibility
05. The Killers – A White Demon Love Song
06. Anya Marina – Satellite Heart
07. Muse – I Belong To You (New Moon Remix)
08. Bon Iver & St. Vincent – Roslyn
09. Black Rebel Motorcycle Club – Done All Wrong
10. Hurricane Bells – Monsters
11. Sea Wolf – The Violet Hour
12. OK Go – Shooting The Moon
13. Grizzly Bear – Slow Life
14. Editors – No Sound But The Wind
15. Alexandre Desplat – New Moon (The Meadow)

Lo obtienes
acá

Them Crooked Vultures


Josh Homme (QOSTA) + Dave Grohl (Nirvana) + John Paul Jones (Led Zeppelin) = Them Crooked Vultures.

Se nota la influencia de QOTSA y lo obtienes acá

El último trago


Concha Buika brinda "El último trago" en homenaje a la interprete mexicana Chavela Vargas. Suena muy bien, y lo obtienes acá.

21 nov 2009

Canción de las simples cosas

Bellísima canción de Armando Tejada. Nuestra vida son instantes, instantes que ya no vuelven mas. Demorate aqui... porque este es tu momento. Y que mejor que llenar nuestras vidas de cosas simples, porque solo necesitamos esas "pequeñas cosas", para ser feliz. Lo dijeron tipos sensibles como Serrat y hasta el caminante cansado (Borges).

Las simples cosas

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,
lo mismo que un árbol en tiempos de otoño muere por sus hojas.
Al fin la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,
esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida,
y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.

Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Demorate aquí, en la luz mayor de este mediodía,
donde encontrarás con el pan al sol la mesa servida.

Por eso muchacho no partas ahora soñando el regreso,
que el amor es simple, y a las cosas simples las devora el tiempo.

Demorate aquí ...por eso muchacho ...
Demorate aquí ...por eso muchacho ...


1 nov 2009

Luz, de M John Harrison


Tres hilos principales recorren las páginas de Luz. Michael Kearney es un físico del presente que, según lo expuesto en las otras dos historias, descubrirá junto a su compañero Brian Tate el sistema de viaje interestelar. En el siglo XXV, Seria Mau Genlicher se ha fusionado con su nave, la Gata Blanca, y recorre los alrededores del halo en una extraña alianza con la raza nástica, enemigos de la humanidad. En ese mismo futuro, Ed Chianese es perseguido por las calles de Nuevo Venuspuerto, el enclave humano en el Canal en el que proliferan las técnicas de realidad virtual, las drogas de diseño y una raza alienígena caída en desgracia. Dominándolo todo, con una presencia tangencial en el presente y visceral en el futuro, se encuentra el Canal Kefahuchi, una singularidad cósmica de enormes dimensiones, una fisura de luz en el espacio rodeada por billones de toneladas de instrumentos alienígenas, olvidados como chatarra por cientos de razas que intentaron averiguar su secreto en el lejano pasado, sin éxito alguno. Las tres líneas argumentales acaban por converger gracias a la aparición de un personaje que había permanecido oculto en las tres historias, un ser perteneciente a la especie más avanzada de entre los antiguos exploradores del Canal, que lleva milenios esperando en soledad a que el plan definitivo se cumpla. Vista la trama, es obvia la pertenencia de Luz al género de la ciencia ficción. Es casi un compendio de éste. Su relato transcurre en escenarios más que reconocibles, en el corazón del género. Las vivencias de Kearney se incluyen dentro de lo que podríamos llamar “relatos de científicos”, aunque con una orientación muy distinta a la presentada en la novela Cronopaisaje, de Gregory Benford. La historia de Seria Mau está inmersa en una de las space operas más originales de los últimos tiempos. La ambientación y temática del relato de Ed Chianese lo acercan al ciberpunk de estilo eminentemente gibsoniano. Ejerciendo de principio activo, el Canal Kefahuchi desempeña el papel de arquetípico constructo cósmico inconmensurable, presto a ser explorado pero no comprendido, como sucedía con los ya clásicos Rama o el Mundo Anillo. Harrison lleva la premisa aún más allá, al robarle su fisicidad al artefacto y convertirlo en algo casi espiritual. En el centro de las tres historias, oculto, maniobra un alienígena siguiendo un plan ancestral poco claro. Y como colofón, el mensaje de trascendencia final, inesperadamente optimista, acerca la novela de Harrison a algunas de las tesis de su más ilustre y antitético compatriota, sir Arthur C. Clarke. Concluyamos, pues, que Luz es una novela de cf clásica. No bordea el género, no lo elude, se sumerge en él y se nutre de él en sus valores más puros. Space opera, hard y ciberpunk; no ucronía, distopía o fábula futurista. ¿Qué convierte a esta novela en especial? ¿Qué la hace distinta de las demás? Sin duda alguna, el tratamiento de los personajes y el estudio que realiza mediante ellos de la condición humana. Quitémosle la primera capa a la historia y veamos qué hay bajo la piel. Kearney es un asesino en serie que huye de su demonio privado, el Shrander. Desde que le robó unos dados, fabricados con un material de apariencia semejante a la de huesos humanos gastados, se le aparece con algún ominoso fin. La única forma que Kearney encuentra para aplacarle es el asesinato. Seria Mau, por otra parte, decidió a los 11 años renunciar a su humanidad. Se negó a convertirse en la adulta que un padre proclive al abuso quería que fuera tras la muerte de su madre. Su huída la llevó a fusionarse con una nave K, un proceso irreversible que la recluyó en un tanque cerrado y la convirtió en otra cosa. Ahora mata a los de su propia especie en connivencia con los násticos, enemigos de los humanos. Finalmente tenemos a Ed Chianese, un centella émulo del consabido perdedor gibsoniano. Antes fue piloto de sumernaves, una actividad de riesgo dentro del Canal, uno de los mejores a la hora de entrar hasta donde nadie lo había hecho y volver con vida. Olvidada su gloria, pasa los días en los tanques de RV, escondido de todo, viviendo una vida falsa, enganchado a la mentira. El Canal Kefahuchi, concepto central de la novela, une a los tres personajes: potencia las percepciones de Kearney, ofrece su amplio perímetro a los vagabundeos de Seria y marca el pasado y el futuro de Ed. Pero esos son tan sólo los datos básicos. Tal como los protagonistas repiten con insistencia, hay “Siempre más, más después de eso”. Cuantas más capas se retiran, más aparecen. ¿Qué mueve realmente a los protagonistas humanos de esta historia? ¿Qué comparten y cuál es la base de sus torturadas existencias? Quizás la huída de sí mismos, la negación de sus posibilidades de futuro que empujó a los tres a realizar en su día una elección errónea, imposible de enderezar. A la edad de tres años, Kearney tuvo atisbos de una fractalidad, la posibilidad de un nivel escondido en la realidad, esas “chispas en todo” que también percibiría Ed Chianese cuatro siglos más tarde. Sin embargo, decidió enterrar esa posibilidad de trascendencia y su propia condición especial. Se sumergió en la fantasía de Retama, un lugar ideado en el que la realidad exterior, metaforizada en el sexo compartido, no pudiera tocarle. En sus relaciones sexuales renuncia a realizar la penetración porque eso le mantiene en los dominios de Retama, le aporta la sensación de no ser afectado por la realidad. Tras su tropiezo con el Shrander, su miedo le empuja a buscar como remedio apotropaico el asesinato. El problema de Seria es complementario y contrario a la vez. Tampoco quiso convertirse en adulta, pero en oposición a Kearney, ella no creó un espacio privado en su infancia, así que escogió otro camino distinto, desgraciadamente irreversible. Como simbionte de la nave, ve imposible recuperar su condición anterior, pero tampoco puede evitar que la siga atrayendo. Seria es humana, pero su imposibilidad de demostrarlo la convierte en un monstruo obligado a huir hacia adelante y eliminar toda relación con su pasado. En el exterminio de sus congéneres busca “pruebas de sí misma”. En otro extremo distinto, el hastío, el vació interior y el aburrimiento existencial han empujado a Ed hacia la evasión definitiva. Al contrario que Kearney, esta realidad se le ha quedado pequeña, y busca otras en las que divertirse y dar sentido a su vida. Se convierte por ello en un centella, un adicto a la RV donde no tiene que ser más él mismo. Es eso, precisamente, lo que la presencia alienígena busca lograr con sus planes a largo plazo con la humanidad. Cuando Ed atisba la alternancia, está por fin preparado para comprender lo incomprensible, el Canal Kefahuchi, un misterio a varios niveles. En primera instancia, es un enigma galáctico desentrañable para las numerosas razas que han intentado abordarlo con mentalidad positivista; más allá, el Canal es luz en su concepción neoplatónica, el centro de donde surge la conciencia universal, el trasfondo de la realidad. O el demiurgo gnóstico, sólo entendible desde la espiritualidad. Su forma lo dice todo. En torno a los protagonistas humanos y su relación con el enigma cósmico gira el corpus de la novela, sumando e interrelacionando otros elementos que, por su complejidad, adquieren importancia propia. Tanto la conjunción de escenarios como los demás personajes, siempre al servicio de lo que Harrison quiere contar, demuestran una enorme potencia imaginativa. Tío Zip y Billy Anker, a pesar de su relación consanguínea -o más bien debido a ella- personifican dos conductas opuestas: el materialismo y el espíritu de aventura desinteresado. Harrison se sirve de ellos para criticar la fiebre mercantilista que se ha apoderado actualmente de la ciencia. La búsqueda de tecnología en la Playa, el sobrecargado entorno del Canal, no está motivada por el afán de mejorar a la humanidad. Buscar entre la chatarra dejada por las anteriores razas galácticas no es más que un lucrativo negocio. En el lado opuesto, los surferos de sumernaves como Billy Anker arriesgan su vida por diversión, para poner a prueba su espíritu. Valentine Sprake es el conocedor, un arquetipo harrisoniano. Sabe lo que está haciendo Kearney y conoce la existencia del Shrander. O eso parece, pues sólo tenemos la inestable percepción mental del mismo Kearney como prueba. Tate comienza siendo un físico capaz, con familia, ejemplo de normalidad, pero a medida que avanza en la investigación y el Canal comienza a hacer notar su presencia, se vuelve más oscuro, ominoso, proceso que culmina en la desasosegante escena de la casa hermetizada, locura en estado puro. Anna es, sin duda, el contrapunto más importante de Kearney dentro del carácter insano de la historia. Tendente a la autoayuda, coloca cartelitos en paredes y puertas buscando reafirmarse. Anoréxica, suicida frustrada, necesita a Kearney a pesar de, y por sus disfunciones. Los momentos compartidos por la suicida y el asesino, su muestra de necesidad mutua, contienen la mayor riqueza literaria del libro. El universo creado por Harrison vive para sus personajes, pero no sólo de ellos. Las imágenes de conjunto, la terminología que inventa, tienen una potencia inusual. La Playa, donde reposan como si de un cementerio de naves se tratara, los restos de civilizaciones muertas hace eones; Nuevo Venuspuerto, el enclave humano en el halo, con sus callejas repletas de vida, drogas de nombres tan sugerentes como café electrique, AbH o parches genéticos, y realidades virtuales donde evadirse; los Hombres Nuevos, especie perdedora apegada a la basura que crea el hombre; las naves k, que batallan en 10 dimensiones y 4 ejes temporales distintos; operadores sombra y cultivares; lugares como Bahía Radio o Motel Splendido. Todo un universo propio detallado con gran imaginación y maestría. Tanta riqueza hace de Luz una novela inabarcable, que ni siquiera en repetida lectura descubre todas sus cartas. Una y otra vez se descubren nuevos matices escondidos en algún párrafo. Siempre hay algún nuevo punto de vista para dar solución a sus misterios, algún nuevo nivel, una nueva forma de mirar la novela. Hay tiempo hasta para el juego. Si se intercambian las letras de cada uno de los nombres de la manada Khrisna Moire que persigue a Seria Mau se obtiene recompensa; si se investiga el lugar de procedencia de Ed, se descubre la razón de su apodo. “Más, siempre más después de eso.” Al igual que sus obsesiones, Luz está trufada de detalles coincidentes, gestos, expresiones, incluso personajes especulares. Como en “Egnaro”, los detalles ocultos parecen indicar la existencia de algo voluntario, de una creación y un secreto escondidos tras la trama. Harrison juega a obsesionar al lector como obsesiona a sus personajes, a invitarle a buscar una conciencia oculta detrás del telón de las historias que narra. Los gatos, la relación filial, las anormales actitudes sexuales, los infinitos detalles. Luz es un libro más de preguntas que de respuestas, una singladura por los senderos escasamente iluminados del interior humano. Cada lector encontrará soluciones distintas a algunos de los interrogantes, conclusiones concurrentes o conclusiones dispares. Unicamente se puede aseverar esto: la elusiva realidad que se esconde tras estas tres historias unívocas, esa conciencia oculta que maneja este mundo ficticio, proyecta la silueta del propio M. John Harrison. Para afrontar la lectura de Luz cabe seguir el consejo que el Shrander le da a Ed Chianese en las páginas finales del libro: “No quiero que lo comprendas. Quiero que lo navegues. Ve profundo”. Esta novela no viene a salvar a la ciencia ficción, pero sí a marcar el único camino válido para salvaguardar la identidad del género: demostrar que se puede hacer literatura de ideas con un alto contenido literario. Huxley, Burgess, Ballard, Orwell y otros pocos elegidos lo lograron desde la frontera. Desde dentro, desde una temática clásica, prácticamente nadie lo había conseguido. Sólo una obra se ha acercado antes a lo que Harrison logra aquí, pero su autor estaba demasiado aislado como para que nadie siguiera su ejemplo. Me refiero a Solaris, de Stanislaw Lem, con la que Luz guarda una relación estrecha. Ambas novelas comparten naturaleza interna. Un misterio, de carácter inefable, sirve de percutor y telón de fondo para el desarrollo interior de sus personajes, que afectados por lo incomprensible evidencian en sus reacciones algunos de los rasgos ocultos de la naturaleza humana. Lo que se presenta como el intento de comprensión de la entelequia cósmica (el océano viviente de Solaris y el Canal Kefahuchi) se transfigura en un estudio de la psique humana a través de unos elementos internos y externos que los torturan. A partir de ahí, por supuesto, cada una de las dos novelas elige sus propios argumentos. La metafísica y la condición humana, el carácter universal del proceso interior de sus personajes, colocan las aspiraciones de ambas obras en el mainstream literario, aun perteneciendo de manera obvia a la cf. Solaris es un clásico indiscutible, apreciado por sus valores literarios generales. La ambición intelectual de las dos versiones fílmicas y el reconocimiento de la crítica literaria generalista así lo atestiguan. Sin embargo, nadie en el poderoso mercado anglosajón supo o pudo aprovechar la brecha abierta por el polaco en los muros literarios del gueto. Los tiempos han cambiado. Cuarenta años después de aquella obra, escritores importantes acuden en oleadas cada vez mayores al género a coger lo que quieren, sin padecer atávicas vergüenzas ni cargos de conciencia. Constituyen una nueva generación que viene sin recelo. Ven la normalidad de la cf desde fuera ¿Será capaz la cf de ver esa misma normalidad desde dentro? Gracias al ejemplo que representa Luz, el proteccionismo ya no es necesario. La identidad del género está a salvo. Esta novela es una invitación. Si se da la espalda a su propuesta, su autor pasará a ser un involuntario émulo de Lem, dejando para la historia una maravillosa obra que pudo significar algo más y no fue. De Harrison depende continuar en esta misma línea; de los demás, seguir su estela. Para quienes nos adscribimos a la tercera vía, esa ciencia ficción clásica de alta calidad literaria, Luz es, sin duda, lo más grande que le ha sucedido al género de la ciencia ficción en los últimos años. La obtienes acá.

Kurt Godel


Si voy a mi oficina es únicamente para tener el privilegio de volver luego a casa paseando con Gödel Albert Einstein (1879-1955), físico germano-estadounidense

¿Quién era esta persona a la que Einstein tenía en tanta estima? Pues únicamente el lógico más brillante desde Aristóteles, muy posiblemente la mente más preclara del siglo XX, y sin ningún género de dudas una de las personas que cambió nuestra concepción de la realidad. Mucho más joven que Einstein, Kurt Gödel era de los pocos a los que el gran maestro de Ulm consideraba entre sus iguales, y ciertamente se encontraba entre los muy pocos con el empaque intelectual para permitirse darle la réplica en sus legendarias conversaciones sobre física y matemáticas. Gödel compartía con Einstein su genialidad y su oposición a las líneas de pensamiento dominantes en la época. Al igual que la Teoría de la Relatividad demolió la idea de un espacio y un tiempo independientes, absolutos, e inmutables, sus Teoremas de Incompletitud cambiaron el rumbo de la filosofía y las matemáticas, demostrando la inherente inaprehensibilidad del concepto de verdad matemática absoluta y completa. Y al igual que Einstein se alejó de la mayoría de comunidad física al oponerse a la teoría cuántica como modelo final del Cosmos, Gödel hizo lo propio al aferrarse a sus ideas platónicas sobre las matemáticas.

La vida de Gödel nunca fue simple, empezando por la relación afectiva con la que se convertiría en su mujer (que contó con la oposición de la familia de Gödel), continuando por la anexión de Austria por la Alemania Nazi (que motivaría finalmente su huida cuando estalló la Segunda Guerra Mundial), y terminando con el deterioro de su salud mental en sus últimos años en los EE.UU. De esta última época se cuentan historias acerca de sus temores paranoicos (que finalmente acabarían por causarle la muerte por inanición), pero prefiero quedarme con la genial anécdota de su nacionalización estadounidense.

Siendo alguien que se tomaba las cosas realmente en serio, aunque se pudiera tratar de meras formalidades, decidió estudiar en detalle la Constitución de los EE.UU. para su examen de nacionalización. El día antes del mismo llamó a Oskar Morgenstern -brillante matemático de origen alemán, padre de la Teoría de Juegos- muy nervioso; había descubierto una inconsistencia lógica en la Constitución por la que se podía instaurar una dictadura en los EE.UU. Morgenstern intentó calmarle, temeroso de las consecuencias que un comentario sobre eso podría tener sobre sus posibilidades de nacionalizarse. Al día siguiente el propio Morgenstern y Einstein acompañaron a Gödel, intentando distraerle para que olvidara el asunto. El juez Philip Forman, impresionado por el dúo de genios que hacían de padrinos les permitió quedarse durante el examen. En el desarrollo del mismo le pregunto a Gödel “Vd. tenía la nacionalidad alemana hasta ahora, ¿no?” -”Austriaca” le corrigió Gödel; “Es igual” -prosiguió el juez- “aquello fue durante una horrible dictadura, pero afortunadamente eso no puede pasar aquí“; “¡De ninguna manera, yo puedo demostrarle que sí!” afirmó Gödel, que comenzó a explicarle el mecanismo que había descubierto. Afortunadamente, el juez Forman le interrumpió, y Einstein y Morgenstern consiguieron calmar a Gödel, que poco más tarde juraría su nueva nacionalidad. Es aún un misterio qué fue lo que Gödel había descubierto. Algunos expertos apuntan que podría tratarse del Artículo V que describe cómo se cambia la Constitución, pero no pone límites en dichos cambios, aunque es difícil creer que fuera algo tan relativamente simple lo que hubiera llamado la atención de Gödel.

La fascinación de Gödel por el pensamiento puro le llevó a analizar lo que el consideraba la cuestión filosófica por excelencia: el tiempo. Su conclusión fue, como casi todo en él, extrema pero sólida en sus términos. Para Gödel el tiempo -tal como intuitivamente se entendía, con su noción de pasado y futuro- no existía. Esta idea general la plasmó en una solución a las ecuaciones de campo de Einstein que no daba lugar a un universo estático (como Einstein erróneamente postulaba inicialmente), ni a un universo en expansión (como Lemaître descubrió, de manera consistente con la observación), sino a un universo en rotación en el que era posible viajar al pasado, lo que elimina la propia noción de pasado y futuro. Y si había un universo en el que esto era así (aunque no fuera el nuestro), el papel del tiempo se derruía, ya que dejaba de ser necesario en términos absolutos, y para Gödel lo que no era necesario, no era.

Kurt Gödel murió en 1978. Fue uno de esos genios irrepetibles cuya inteligencia desbordante alumbra el Universo, y que no aparecen todos los siglos. Gödel dejó de estar entre nosotros, pero como Palle Yourgrau sentenció, “en un sentido profundo, todos vivimos en el Universo de Gödel”.

Judas Priest


A principios de los 80, recién ingresado a la Universidad, comenzé mi recorrido por la música de rock. Bandas como AC/CD, Iron Maiden, Queen, Judas Priest, Accept, Joan Baez, Barón Rojo y otras, fueron parte de esa juventud, escuchada en vinilo o casette.

Una de las que más me gustaban era Judas Priest, banda inglesa que es el grupo de las que formaron y dieron vida al Heavy Metal.

Este álbum resume la carrera de más de 30 años de esta gran banda. Lo encuentras acá.

Diamonds and Rust

Diamantes y óxido fue compuesta por Joan Baez para Bob Dylan, después de su romance fallido.

Luego fue interpretada por Judas Priest, una de las bandas niciadoras del Heavy Metal. Dejo las dos versiones.

Diamonds and Rust

I’ll be damned! Here comes your ghost again,
but that’s not unusual,
it’s just that the moon is full
and you decided to call.

And here I sit, hand on the telephone,
hearing the voice I’d known
a couple of light years ago,
headed straight for a fall.

Chorus:
But (Well), we both know
what memories can bring;
they bring diamonds and rust.
Yes, we both know
what memories can bring;
they bring diamonds and rust.

Now you’re standing all around
with snow in your hair.
Now we’re looking out the window
of that crummy hotel
over Washington Square.
Our breath comes out white clouds,
mingles and hangs in the air.
Speaking strictly for me,
we both could’ve died then and there.

Now you’re telling me you’re not nostalgic;
then give me another word for it.
You who’re so good with words
and at keeping things vague.

‘Cause I need some of that vagueness now.
It’s all come back too clearly.
Oh, I loved you dearly.
And if you’re offering me diamonds and rust,
I’ve already paid.

Repeat chorus

Diamonds, diamonds and rust. (x3)
I don’t want no more.
Diamonds, diamonds and rust.

Diamantes y Óxido

¡Qué raro! Aquí viene tu fantasma otra vez,
pero eso no es raro,
es sólo que la luna está llena
y decidiste llamar.

Y yo aquí sentado, la mano en el teléfono,
escuchando la voz que había conocido
hace un par de años luz,
de cabeza directa al desastre.

Estribillo:
Pero (Bueno), ambos sabemos
lo que los recuerdos pueden traer;
traen diamantes y óxido.
Sí, ambos sabemos
lo que los recuerdos pueden traer;
traen diamantes y óxido.

Ahora estás por todas partes
con nieve en el pelo.
Ahora nos asomamos a la ventana
de aquel miserable hotel
en Washington Square.
Nuestro aliento forma nubes blancas,
se entremezcla y queda suspendido en el aire.
Estrictamente, por lo que a mi respecta,
ambos podíamos habernos muerto en ese momento.

Ahora me dices que no sientes nostalgia;
entonces dame otra palabra para ello.
Tú que eres tan bueno manejando las palabras
y en dejar las cosas a medio precisar.

Porque ahora necesito un poco de esa imprecisión.
Lo recuerdo todo con demasiada claridad.
Oh, te quise de verdad.
Y si me vas a ofrecer diamantes y óxido,
yo ya he pagado.

Al estribillo


Diamantes, diamantes y óxido. (x3)
Ya no quiero más.
Diamantes, diamantes y óxido.






Sueño

 Han pasado años, 8 quizás, y nunca te soñé. Y ahora, semana tras semana, te sueño. Son sueños de un pasado que nunca sucedió, de un present...